Memorias de Isidora Pérez Araque (2): Sin bautizo no hay cartilla o la importancia del nombre | Las Pedroñeras

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viernes, 29 de septiembre de 2017

Memorias de Isidora Pérez Araque (2): Sin bautizo no hay cartilla o la importancia del nombre


por Fabián Castillo Molina







Continuamos dando cuenta de esos interesantes retazos destacados que conforman en gran medida las memorias de la pedroñera Isidora Pérez Araque. Por AQUÍ puedes leer el artículo anterior de esta serie.



Sin bautizo no hay cartilla o la importancia del nombre


Cuando llevó mi abuela, a bautizar…, once que llevó…, bueno primero fue anca el juez, pa que le arreglara los papeles para poderlos bautizar. Claro tenían que bautizarlos, porque como en la guerra y antes de la guerra no había… eso de la religión en muchas casas, pues claro, el que no estaba bautizao no le daban la cartilla de racionamiento. Y fue mi abuela con once. Unos nietos y otros no. Y a cada uno le puso el nombre que ella pensó. De mi casa llevó a dos. Yo ya estaba bautizá. Llevó a mi hermano Julián (que se llamaba Negrín) y mi hermano Troski (que le puso Rufino). Le puso Rufino porque el abuelo, el padre de mi madre, se llamaba Rufino. 


Llevó tamién a Libe, que no sé si lo conoces, que se llamaba Libertario…, a Libe, a Rafael, el Buenová (el de Rafael Canroquis), a mi prima Virtudes (la de Vicente Peneque). Los hijos de Vicente Peneque eran primos hermanos míos, porque su madre era mi tía Guadalupe, que se murió en el 39 años, en Belmonte, cuando estaban los presos en el Castillo de Belmonte…, se llevó un torno pa hilar, y vivía en la casa que estaba pegando a la fábrica de harina, había mucha humedá y se acostaba en el suelo y cogió una pulmonía y el día de Jesús, en el 40 se murió, el día de Jesús. También llevó a la María la “Sanantona”, y a la María la “Ratona”, de la Eulogia, la hija de la Eulogia. A Libe, a Rafael, a Azaña, que estuvo de sepulturero o no sé qué. A dos de “Boquilla”, una que se llama Leona, que es del tiempo de mi Julián… y otra que se llama Petra. Once que llevó mi abuela. Eso, pos — “hala, veniros conmigo que yo los llevo”—. Y cuando llegó mi abuela, porqueee… mi madre, a tos sitios donde iba, siempre iba con mi abuela, porque mi madre era mu joven… por si acaso alguno se propasaba…, ella ya nos tenía a cuatro, y mi padre en la cárcel por la política. Total que ya llegan anca el juez (que era el juez… Don Alselmo, el de Los “Luises” que se casó o tuvo una chica con la Mercedes la “Jurá”, que ella era “Mariota” (qué te vi a contar de aquel juez…,) y coge y dice mi abuela, con los once chiquetes allí delante, dice:

—Buenos días, don Anselmo.
— Buenos días, Martina. ¿Qué dices?
—Na, que queremos…, que vengo…, dice, que traigo una cuadrilla pa que les haga usté los papeles pa bautizalos, que como los padres éramos así…, y los pobrecillos están sin bautizar y qué culpa tienen los chicos de na.
     Y dice el juez:
— Bueno, venga, vamos a ver. Y por el primero que empezó… fue por los de mi padre, por los de mi casa, y dice el juez… :
—¿Este cómo se llama?
   Y contesta mi abuela:
— Pos a este le puso su padre Troski.
   Y el juez torciendo un poco el gesto:
—Es que eso no se puede… no sé que, que no sé que´, que no sé cuántas pegas puso el juez. Bueno. Pero cuando llegó a Julián, que le dijo mi agüela que se llamaba Negrín…, dijo que eso no tenía perdón de Dios… otra vez, que eso no sé qué, que eso no sé cuantas.
   Y le dice mi agüela:
—¿Entonces qué va a hacer usté? ¿Que se muera el chico de hambre porque su padre le pusiera de nombre Negrín? ¿Pos qué quiere usté. Pos como ahora al que le pongan Franco. No sé, no sé, no sé, no sé, no sé…, lo que pasamos, lo que no pasamos.
   Entonces lo pensó y le dijo:
—A este, a Troski, le ponemos Rufino, y a este, a Negrín, le ponemos Eulogio. Y así fue.

Pero luego ya en mi casa, pensaron que Eulogio…, mejor era nombrarlo por Julián, como era el nombre de nuestro padre. Así que siempre en mi casa lo nombramos por Julián. Y cuando entró en quintas, cuando se fue a tallar Julián, no lo encontraba nadie…, como nos vinimos aquí a San Martín, pues tuvieron que pedir los papeles, claro, a Cuenca, o a Pedroñeras y no encontraban a ningún Julián con esos apellidos. Claro miraron los papeles de cuando nació, que nació en el 37.

Y ya coge, y ya…, ya mandan repuesta diciendo: “Aquí no hay ningún Julián”, y luego, por fin, se aclaró, que es que le había puesto mi abuela, Eulogio. Claro, nosotros le decíamos tos Julián, y no sabía ni él que se llamaba Eulogio.

 [Continuará...]

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